No podía dormir, la lectura de ese viejo libro la desveló, su sueño no encontraba la tranquilidad necesaria. Después de muchas vueltas se levantó y se acurrucó en el sillón envuelta en una manta. Encendió la pequeña lámpara de amarienta luz y continuó con la lectura. El miedo la atenazaba, su respiración era entrecortada, su corazón latía con fuerza en sus sienes, pero como si algo la poseyera no podía dejar de leer. . Javier Tomas T.